El Tiempo Dentro de las Palabras

Hay palabras que duran más que la materia. Y hay silencios que dicen más que cualquier frase. Entre ambas cosas, nos desplazamos atentos, como quien tantea el tiempo a través del lenguaje. El tiempo, sí, vive dentro de las palabras. Habita sus raíces, sus flexiones, sus ausencias. Cada verbo conjugado, cada tiempo elegido, es también una elección existencial.

En portugués decimos "estoy con saudade", no "tengo saudade". La saudade no se posee, se habita. En francés, "être" une tiempo e identidad. En inglés, "to be" abarca ser y estar. Cada idioma nos obliga a situarnos en el tiempo — a decidir si estamos de paso, si pertenecemos, si resistimos. Aprender un idioma es aprender a medir el tiempo de otra manera.

Como traductor y profesor, veo cómo los tiempos verbales son espejos de nuestra relación con la vida. El pasado, el futuro, el presente continuo — todos son formas de habitar el mundo. Algunos alumnos se aferran al presente, porque les da seguridad. Otros exploran el condicional, donde hay lugar para el deseo, la hipótesis, lo que pudo haber sido.

Enseñar no es solo presentar tiempos verbales. Es ofrecer lentes. Enseñar gramática es enseñar visión. Ayudar a alguien a decir "fui", "seré", "habría sido" es abrir puertas a su propio relato. Cada tiempo verbal es una ventana al tiempo interior.

Fragmentos do Verbo nace de esos momentos: cuando la lengua deja de ser una herramienta y se convierte en un espejo. Cuando el verbo fragmentado nos devuelve enteros. Porque aprender una lengua es, en el fondo, aprenderse. Y cada tiempo que dominamos es un tiempo que ganamos.